Juan Carlos Schmid retoma en este artículo un análisis histórico y coyuntural de Chile, que permite comprender mejor porque la Concertación dejó el poder, después de 20 años, en manos de un millonario hombre de negocios.
Estas líneas se inscriben acompañadas con el espíritu fraternal hacia el pueblo chileno víctima de las fuerzas de la Naturaleza. Entre luces y sombras se titulaba la primera parte de este trabajo, relataba la experiencia popular inédita hasta entonces en el país trasandino hasta la caída del gobierno de la unidad popular y realizaba una aproximación mas ligada a la actualidad.
A mediados de la década del ´70, como en otros países de Latinoamérica, comenzó una sucesión de golpes de estado caracterizados por la impronta de la derecha conservadora y extremista, vinculada estrechamente a los Estados Unidos y alineada en la hipótesis de conflicto Este-Oeste.
Recordemos: La deuda externa que en 1973 era 4,5 mill/dol trepó a 20 mill/dol en 1983.
El gasto militar que en 1972 era 10 mill/dol creció a 280 mill/dol en 1982. El litigio por los límites fronterizos con Argentina y la hipótesis de la "solución armada" llevó los gastos de Defensa al 25% del presupuesto del país trasandino.
No parece que el aumento de los gastos militares y en particular la Armada, le diera mayor eficiencia en la comunicación y alerta al desencadenarse el reciente Tsunami.
Después de repasar la información disponible podemos apreciar,
• 1) El sistema de alertas de tsunamis en el Pacífico con base en Honolulu que dispone de 150 estaciones aeronáuticas y satelitales, indica la velocidad de propagación del maremoto y por ende la posible hora de llegada a las costas circundantes. Chile dispone de 19 estaciones de medición en toda la extensa costa.
• 2) La gran confusión entre distintos organismos gubernamentales, la marina y la prensa hizo que la Armada diera el primer alerta 15 minutos después del terremoto, pero casi dos horas después este aviso fue retirado. Después cada organismo dio su propia versión de los trágicos sucesos, sintetizado en "que no había riesgo de tsunami" o "información ambigua y desfasada en el tiempo posterior al terremoto", de parte de la Armada.
• 3) Para la población que podía seguir los acontecimientos por la televisión, con el paso de las horas quedó con la sensación de que la información era manipulada ¿control del pánico, primicias de los noticieros, censura…?
Lamentablemente el terremoto pone a la vista de todo el mundo las miserias del "factor humano" cuando en situaciones límites (en la calle, sin agua, etc) se producen actos anti-sociales, saqueos, violencia, pillaje.
La respuesta, a la distancia y sin ánimo de abrir juicio, fue la represión y los militares dispuestos en la geografía de la crisis.
Sin embargo, las tropas en las calles no es un asunto nuevo en la etapa democrática.
Los gobiernos de la Concertación recurrieron a la represión para sofocar la huelga general de la CUT en 2007, las movilizaciones en torno a la cuestión educativa de 2008 terminaron de igual forma.
Uno de los costados oscuros del modelo chileno durante todos estos años, fue la política represiva que tuvo por víctima a la población civil, en particular los jóvenes. Los centros de estudio, los aislados pueblos de pescadores, el conflicto por la tierra latifundistas-Mapuches y los arrabales de las ciudades fueron junto a la protesta social los escenarios donde la respuesta la dieron los carabineros.
Al parecer, el papel de un Estado "articulador" según se lo permitan las contradicciones internas, los intereses sectoriales, la puja distributiva y los vaivenes por los fuertes vínculos con la economía global, reducen a la mayoría del pueblo chileno a una mera estrategia de subsistencia y/o marginación.
Tanto es así que los valores del neoliberalismo: individualismo, el éxito personal, los micro emprendedores, el sálvese quién pueda, influyó (como ocurrió en las elecciones argentinas de 2009) a que la debilitada clase media chilena y los trabajadores terminen aceptando la imposición de un modelo económico. Y en el plano electoral repartan las preferencias: Piñera 51,4%; Frei 48,6 % de votantes en enero de 2010.
En los años ´80 y ´90 las agencias internacionales batían el parche sobre "el milagro chileno" y los medios vernáculos lo reproducían alegremente; alentados por el FMI; en esa etapa los gobiernos de Latinoamérica profundizaron el endeudamiento con la banca extranjera, mientras las corporaciones trasnacionales desembarcaban para quedarse con el control de importantes recursos estratégicos y de los servicios públicos.
Las claves del modelo chileno no son muy originales: rasgo exportador más inversiones extranjeras. Condiciones liberales que se asentaron en la seguridad jurídica y las leyes de reformas de los ´80; igualdad de trato para las empresas locales y extranjeras; libre acceso a casi todos los sectores de la economía y mínima intervención del Estado. Y un concepto global, "Chile país plataforma" para propiciar negocios con los países que tiene acceso fruto de los acuerdos de comercio y TLC.
Como contrapartida, la clase trabajadora padece la misma política neoliberal, máxime en situaciones de crisis como el reciente terremoto.
El Código de Trabajo de Chile establece "que los empleadores golpeados por acontecimientos que no puedan prever podrán poner fin a los contratos de trabajo sin pagar indemnizaciones".
Esto se aplica ante naufragios, terremotos, y los actos de autoridad, como por ejemplo el toque de queda".
Las víctimas del terremoto y el tsunami quedaron sin viviendas y posiblemente muchos perderán su empleo.
Indudablemente a la hora de contar los sufragios, una mínima parte de los chilenos abandonó a la Concertación (más allá del supuesto 84% de simpatía por la presidente Banchelet) y le dieron su voto a la derecha. Probablemente haya influido el deterioro sobre vastos sectores sociales, la clase media, los trabajadores y los excluidos para que S. Piñera capitalizara el 2,8% de diferencia que lo dio como ganador.
Es imposible no trazar un paralelo entre algunas cuestiones de fondo y otras de forma entre la sociedad chilena y la argentina.
Es también evidente las diferencias entre las administraciones de la Concertación y la gestión de los compañeros/a Néstor y Cristina Kirchner.
Los ejes de proyección regional son notablemente diferentes, Chile alineado a los paradigmas de la globalización; la Argentina a pesar de las grandes dificultades, está aliada a los gobiernos y pueblos de Unasur que fueron capaces de rechazar el ALCA y la política invasiva de los EEUU.
Es importante percibirlo para quienes aspiramos a construir una Democracia Participativa, en forma y contenidos, con un Estado planificador, regulador, e interventor cuando se trata del interés nacional. Por eso, es oportuno reflexionar colectivamente porque asistimos al embate de la derecha vernácula con el único propósito destituyente de Viejos terratenientes reclamadores del diálogo y los consensos desde el autoritarismo, de legisladores "republicanos" erigiéndose en jueces y parte desde el mesianismo paranoico; exigiendo transparencia de los asuntos públicos cuando han sido en su mayoría partícipes de las debacles socioeconómicas sufridas por nuestra gente; clamando en defensa de los intereses de los trabajadores y el pueblo argentino cuando en verdad asumen el papel de intermediarios de los intereses extranjeros, monopólicos y oligárquicos.
Y en situaciones de crisis declaran el "Estado de Sitio" como ocurrió en diciembre de 2001.
Craso error sería que no mirásemos el salón de los espejos de los países latinoamericanos, Honduras golpeada, Haití jaqueado (con anterioridad al terremoto), Cuba bloqueada, Paraguay cercado, Malvinas usurpada…
Por Juan Carlos Schmid, Secretario General del SIPEDYB, Secretario de Capacitación y Formación Profesional de la CGT Argentina e integrante del Consejo Directivo de la CSA.