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El MERCOSUR de los pueblos

Una reflexión de Ramón Ermácora, Director de Incasur, con motivo de su 30° aniversario.

Cuando el 26 de marzo de 1991 se firmó el Tratado de Asunción que puso en marcha el MERCOSUR había una idea hegemónica “entre líneas”: construir un mercado regional. A los pocos meses, los trabajadores organizados lograron introducir un párrafo en el artículo 1 que, aunque sencillo y simple, implicó una seria disputa a la matriz neoliberal del acuerdo: incorporar a los trabajadores al proceso de construcción de un espacio económico y social.

Otro hito fundante fue la ampliación del MERCOSUR, que no sólo consistió en incorporar a Venezuela, sino también construir la unidad sudamericana que luego se llamo UNASUR para quebrar el ALCA, aquel proyecto panamericanista que hubiese subordinado la soberanía de nuestros países.

Desde Incasur, sostenemos que el MERCOSUR sigue vigente a pesar de los embates de desarmarlo o convertirlo en un TLC por la nueva ola neoliberal del último lustro. Y no es sólo un acuerdo comercial. No sólo es patrimonio de los gobiernos, de los empresarios, no es el “mercado”.

Los verdaderos hechos que van amalgamando nuestras profundas relaciones son los acontecimientos concretos que se fueron dando, son los múltiples procesos que la gente fue construyendo y legitimando desde abajo: el MERCOSUR educativo, el fútbol y los deportes, los diversos acuerdos sectoriales de trabajadores (gráficos, comercio, textiles, judiciales, postales, campesinos, entre otros.) y de los movimientos sociales.

El MERCOSUR cultural, que abraza la música, los cocineros y los artistas. A los diversos profesionales y a las universidades, el MERCOSUR del mate, de las frutas, de las flores.

MERCOSUR es un horizonte infinito de pueblo. Una vez que comienza no lo puede parar nadie, ninguna política ni decreto, porque van por vías que escapan a la manipulación y se rigen por las reglas que los propios pueblos van determinando, son formas originales y se consolidan en acuerdos culturales de fraternidad única entre los pueblos.

La pandemia del COVID-19 dejó al desnudo las limitaciones de las estructuras gubernamentales nacionales en momentos en que sólo en conjunto se puede luchar contra ese enemigo común. La lógica individual no permitió coordinar una política sanitaria compartida, la fragmentación nos impidió llevar adelante una vacunación solidaria, por lo cual fuimos víctimas de los intereses mezquinos de los laboratorios y los países desarrollados que pintaron todo de negocios y oportunismo geopolítico.

La falta de una política común en ciencia impidió la sinergia de las agencias científicas de Argentina y Brasil, de reconocimiento mundial, para investigar, desarrollar y fabricar una vacuna mercosureña.

Al inicio de esta cuarta década, tenemos que visibilizar con más fuerza todo lo realizado en este tiempo para verificar que es mucho lo logrado pero existen tareas pendientes. Tenemos expectativa por las decisiones a tomar en el 30° aniversario a celebrarse en unos días más, que entre sus deudas tiene la aprobación de la carta o estatuto de ciudadanía que nos permitirá la libre circulación de los trabajadores como verdaderos ciudadanos mercosureños.

Lo ocurrido con esta crisis sanitaria conlleva una crisis económica y política nos enseña que debemos profundizar nuestro accionar y compromiso político, los liderazgos que faciliten la renovación de los partidos y sindicatos de líderes con visión estratégica en sostener y profundizar la integración suramericana.

Rescatemos lo mejor del MERCOSUR y avancemos hacia el futuro para lograr que nuestros pueblos se hermanen y nunca más liderazgos ficticios y vacíos nos hagan retroceder en la construcción de la patria grande latinoamericana y caribeña.