Hermosas palabras de nuestro compañero Rodolfo Romero -RoRó- a propósito del pasado 20 de julio.
La amistad y el amor siempre caminan juntos. No tienen disputas de género. Se complementan maravillosamente. Y si falta uno, la otra no aparece.
El Principito nos da una lección cuando nos dice: “Reconozco la amistad en que no se deja decepcionar, y al amor verdadero, en que no se lo puede dañar”.
El gran Aristóteles, en su carta a Nicómano, nos habla de la excelsitud de la amistad al declarar: “Cuando está presente la amistad ya no es necesaria ni la justicia”.
Soy del parecer de que en la esencia del ser humano está un profundo llamado interior que nos invita a cultivar la amistad, y debe ser por eso que Baltazar Gracian predicaba que “Al hombre sabio le son más útiles sus enemigos que al necio sus amigos”.
En este tiempo de crisis muy profunda, donde la dignidad humana, al parecer, no vale un centavo y el trabajo del ser humano es simplemente una mercancía, como sustenta el neoliberalismo, necesitamos más que nunca reencontrarnos como personas de la misma especie y abanderados de la solidaridad y la cooperación para conquistar la justicia social y la paz, para así retomar nuestro destino y construir un buen vivir.
En este tiempo de tanta violencia y de tantos atropellos a los derechos humanos, sembrando la desigualdad más escandalosa, es bueno rescatar el pensamiento de José Martí, el apóstol de la libertad, quien afirmaba algo substancioso: “No deseo la paz que prescinde de la comprensión, busco la comprensión que genera la paz”.
En la vida, y en especial en la lucha social, sindical y política, es vital reconstruir los tejidos de la amistad y del amor para forjar en forma orgánica el suelo y el subsuelo de amistad amorosa entre compañeras y compañeros que aprenden diariamente a compartir el pan, los sueños de un mundo mejor articulando proyectos de una sociedad diferente, que sirva de hogar para todas y todos, sin explotadores ni explotados.