Palabras del Director de nuestra institución, Ramón Ermácora.
No hubiera querido escribir estas líneas en estos momentos. Lo tendría que haber compartido hace mucho tiempo, por esas promesas de hacer algo juntos que varias veces nos propusimos con Felipe, pero que no lo hicimos.
Cuánta información y datos reservados que manejaba me perdí -nos perdimos todos-, porque tenía que ver con la historia y los entretelones de nuestras organizaciones, las que compartimos y sufrimos durante tanto tiempo.
Cuánto me acongoja el vacío que dejó y la angustia de lo que no aproveché de la generosidad de un compañero, de un amigo que quería volcar en un mano a mano: anécdotas, dichos, comentarios, diálogos y el rescate de todo lo que aprendimos de la experiencia y la sabiduría de tantos y tantas a lo largo de toda América Latina.
Felipe, como Director del CIDUTAL, tuvo la gran oportunidad de manejar mucha información que compartía con gran generosidad y profesionalismo. Eran “datos de primera”, como decíamos mientras participábamos de algún evento en la UTAL, y que recurríamos en los momentos de tener que abordar algún estudio o preparar una intervención: allí estaba el compañero asistiéndonos con lo que necesitábamos. No tenía horarios, muchas veces nos tomaba la medianoche y hasta más tarde, desatendiendo su familia, sin volver a su casa. Estaba siempre dispuesto y tomaba la tarea de uno como que si fuera de su responsabilidad.
Cerrado el proceso Unidad volvió a nuestro país. Su primer paso en nuestra tierra fue incorporarse militantemente a Incasur. Allí colaboró en todo y cuanto le pedimos, aportó desde sus limitaciones un caudal de trabajos y estudios que enriquecieron nuestras publicaciones y nuestro trabajo de formación.
Juntos habíamos cambiado, no en cuanto a los ejes centrales de nuestras convicciones y opciones políticas, sindicales, ideológica o religiosas; sino que el contexto global era otro muy distinto de aquel que transitáramos mucho tiempo atrás, allá en San Antonio de los Altos. Aquellos sueños y anhelos se habían esfumado, ahora nos volvíamos a poner de pie para otra batalla y sabía Felipe que esa lucha es larga.
No lo tendremos en el codo a codo, hemos perdido un militante, un aguerrido luchador por esa causa central de la justicia social, de la solidaridad y la liberación de los trabajadores y los pueblos, pero no hay dudas de que seguirá iluminando nuestro andar.
¡Hasta siempre querido compañero y amigo, Felipe Fosatti!