La mirada de Roró ante el triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones de Brasil.
Por: Rodolfo Romero -RoRó-.
Se preanuncian nuevas texturas en el quehacer y nuevas huellas digitales en el entramado de la vida intelectual, política, estratégica, cultural, espiritual.
Los últimos acontecimientos electorales tienen su propio lenguaje, que debemos descifrarlo con seriedad. Nada servirá si nos quedamos en la superficialidad.
Todo se va reconfigurando, y por ello la incertidumbre y una apariencia de sorpresa asalta hasta las penumbras de cada acontecer. Bolsonaro tiene dimensión casi metafísica.
Es la extrema derecha instalada en el poder con fines y propósitos obscurantistas.
Llega el momento en que no sabemos en qué espacio-tiempo nos encontramos, y que efectivamente es lo transversal que apunta en la dirección correcta.
Pero en el valle de posibles nuevas lágrimas, que el Brasil de Bolsonaro pretende imponernos con el sello del neoliberalismo más retrógrado, y que nos enseña que está muy presente un nuevo tipo de violencia, una nueva manera de concebir y poner en marcha el terrorismo y la misma guerra (comercial, militar, política, cultural).
En el escenario, la generación diamante y la misma generación de oro del capitalismo parece haber opacado su lumbrera, y aparece en el paisaje socio-económico-financiero-estratégico un derrumbe de sus propias formulaciones históricas.
Su agotamiento le obliga a extremar sus formulaciones y posiciones. Y no tiene ningún rubor en insultar con su extremismo dislocado, apareciendo hasta con partículas de salvajismo amenazante. Sembrar el miedo es su tarea primaria.
No tiene empacho en borrar del mapa una cierta sensatez.
Pinochet es Bolsonaro. Bolsonaro es algo más que Pinochet. Asume un postmodernismo de exclusion total.
Es como si el desconcierto fuera la marca de fábrica de la actual clase dirigente, aturdida por la mediocridad que lo ensombrece todo, sin más liderazgo que el uso procaz de la violencia y de los medios de comunicación monopólicos y oligopólicos.
La vieja y rica clase dirigente se aturde con sus propias contradicciones y desesperanzas, y se vanagloria con sus triunfos montados en la trampa de la posverdad y fake news.
Ellos están buscando renovar e imponer su vieja metodología de lucha de clases, anunciando desde ya que la lógica del mercado es el único método de adjudicación de los recursos en la sociedad, y que los trabajadores están solamente para trabajar y nada más.
Es que conciben el trabajo humano como una simple mercancía
. Es la mercancía más valiosa, que debe ser explotada al máximo. Para ello, la reforma laboral es inexorable.
Pero nada está perdido para siempre. La lucha, la experiencia y la sabiduría de los luchadores de siempre nos indican que tampoco
nadie gana para siempre.
Y de nuevo emerge lo que hace diferente a toda generación de relevo, que tiene la virtud de renovar su propio arsenal de combate.
Es entonces que se presiente las palpitaciones de una nueva generación. Va emergiendo los rostros de los rebeldes de todos los tiempos, en especial de la juventud y de los adolescentes, tanto de varones como de mujeres, aunque ya con ciertas cicatrices tempraneras -la represión, el desempleo, la exclusión social, la desigualdad escandalosa- golpean y producen cicatrices en el cuerpo y en alma, pero no matan expectativas y anhelos superadores, más allá de que como si una imagen del Guernica pretendiera metamorfosear todo, rociando hasta con un dulzor semi-amargo la misma realidad, ya que se presiente que casi todo está hincado por una cierta desesperanza.
Pero es una desesperanza con acento dialéctico, que confronta lo negativo con lo positivo y lo interesante en forma creativa y productiva, que lucha por convertirse en la palpitación de una sociedad civil en trance de despertar y ser protagonista de nuevos tiempos.
Es también la crisis de la adolescencia la que nos va marcando los pasos, y sus huellas van intentando plasmarse en la memoria colectiva.
La misma clase trabajadora vuelve a redescubrir su etapa de renovación, de adolescencia.
Es innegable que se va produciendo la novedad, se va produciendo un despertar en la sociedad civil que fácilmente puede transitar el camino de la confusión – incertidumbre que caracteriza a esta etapa de crisis del sistema hegemónico que nos impone a diestra y siniestra sus mediocres intereses y ambición desmedida de poder hegemónico.
El “yo” dejó de interpretar y atravesar el “nosotros” transversalmente, que debiera identificar a toda sociedad, pero que se agrava en proceso de descomposición, involución, revisión y nuevos intentos de rearticular su vieja hegemonía.
Y así, la turbia maquinación muy prontamente se va convirtiendo en envejecimiento y en pérdida de principios y valores. La decadencia golpea todas las puertas del sistema.
Tanto Argentina, como EE.UU., Brasil, Colombia, Perú, Chile, Honduras, y otros intentos, son acontecimientos simbólicos de esta etapa del capitalismo y de la democracia representativa burguesa que no acepta ninguna otra posible democracia.
Es preciso interpretar con serenidad y objetividad los contradictorios acontecimientos que se van produciendo, y los nuevos tiempos del país y de toda la región que también va emergiendo.
Los Peña Nieto, los Macri, los Temer, los Trumps, los Bolsonaro representan los intentos desesperados de mantener las viejas estructuras de explotación y exclusión social, y de frenar la emergencia protagónica de la nueva generación en el escenario de nuestros países y de toda la región.
Y no es casualidad que desde el norte provenga la señal de algo nuevo: México con AMLO. Casi nadie lo menciona. Significa que está embarullando el mapa hegermónico.
Acaso es simplemente por azar que se va cumpliendo un mandato generacional: “Todo triunfo es relativo, toda derrota es transitoria”. Traduciéndola como una verdad simple: nadie gana para siempre, nadie pierde para siempre.
Los trabajadores del sector estatal, privado y social hemos acumulado una rica experiencia en toda la historia de confrontación – negociación con el sistema que siempre ha pretendido desconocer nuestros derechos y negar nuestro protagonismo en la sociedad.
La CLATE acumula una rica experiencia en defensa de las políticas públicas, enfrentando con coraje las formulaciones de privatización de toda la política.
Y los ciudadanos conscientes y responsables estamos firmes para seguir enarbolando las banderas de la justicia social, de la democracia participativa y protagónica en búsqueda de la paz universal.