Compartimos un artículo de Rodolfo Romero (RoRó) ante la llegada del nuevo año.
La antropología cultural nos precisa muy bien el papel del lenguaje y el valor de la comunicación en general. Es lo que nos distingue como seres humanos.
El pensamiento y el lenguaje están profundamente asociados, y se traduce en términos de comunicación posible, por lo que estamos llamados a darle un Nuevo significado a toda la riqueza del pensamiento y variabilidad del lenguaje humano. Descifrarla correctamente es parte de la tarea periodística.
No prostituir las palabras y su significado es una clave fundamental.
¿Acaso no somos los leopardos pensantes de la especie y los articuladores de la comunicación objetiva del presente siglo XXI?
Nos dicen que “se puede pensar en el lenguaje universal de la mente”, por lo que abordar la problemática del pensamiento y del lenguaje comunicacional del siglo XXI es pertinente. Y observamos que la comunicación moderna está perfilada en una guerra post moderna: la porfiada batalla entre lo falso y lo verdadero, para lo cual se crea un neologismo que da para todo:
posverdad.
Al recibir la Navidad con la pasión del renacimiento de siempre, por todo lo que significa el nacimiento y la vida de Jesús, y con los mejores deseos de que todos y todas pasemos una feliz Nochebuena en este desacertado año 2017, nuestra inquietud se traslada automáticamente al nuevo año 2018 que asoma sus narices decembrinas, y nos planteamos lo que nos parece decisivo:
*¿Será que arrastraremos los contrasentidos y las contradicciones del año 2017 que se ensució hasta más no poder con la mentira, la violencia, el terrorismo y la guerra?
*¿Seremos capaces de recuperar nuestra lucidez-sensatez y recrear los medios comunicacionales aptos para reiniciar el diálogo que tanto nos hace falta, para rehacer la convivencia pacífica de esta humanidad que vive con sobresaltos permanentes?
La comunicación, tomando como enlace necesario entre dos o más puntos, nos incita y obliga a interrogarnos para saber si esos dos o más puntos, aumentará o disminuirá su recarga de tensión-confrontación-amenaza y riesgo de muerte, hasta saturarnos y hacernos perder la poca racionalidad que todavía conservamos.
¿Es lógico que los líderes, hoy muy desatinados, y que no podemos ni siquiera imaginar si desde los EE.UU. de Norteamérica, desde Corea del Norte, desde la gran China o desde Rusia, seguirán manejando una comunicación cada vez más digital, salpicada con la mentira y todo tipo de subterfugio para lesionar la verdad, y entonces confundir a la opinión pública sobre los verdaderos propósitos que les anima?
O es que la POSVERDAD, un neologismo convertido en arma de guerra, que tiene la gran virtud de convertir la mentira en verdad, y la verdad en mentira, seguirá su marcha inexorable de prostituir la convivencia humana sembrando lo falso en sustitución de lo verdadero.
¿Acaso estamos bien informados de lo que pasa con los millones de refugiados, o lo que significa la batalla política que se libra en Barcelona (España) que desató una dura represión por parte del gobierno de Mariano Rajoy, o los propósitos reales de Israel en su locura guerrera con el pueblo de Palestina, y la política guerrerista de Arabia Saudita con Yemen, la verdadera estrategia de la Otán con relación a Siria, Ucrania, Irán, el cumplimiento o no de los acuerdos de paz celebrado en Colombia, la problemática real de Venezuela, las reales intenciones del gobierno de M. Macri en Argentina o de Temer en Brasil, y todo el misterio que rodea a las manipulaciones de los Tratados de Libre Comercio (TLC), etc.?
Es demasiado evidente que la perversión comunicacional está montado sobre la mentira, el cinismo y un maquiavelismo desatado que está produciendo un Nuevo tipo de asombro
¿Será que nos estamos invertebrando peligrosamente? Ortega y Gasset hablaba de la “España invertebrada”, y que parece sigue siendo una verdad. Hoy registramos algo preocupante: vemos trajinar a una sociedad cada vez más invertebrada, con líderes, hombres y mujeres desencontrados de sí mismos, disociados, incomunicados, sin darnos cuenta que le estamos dando la razón a J. Locke quien afirmaba que “El hombre es lobo del hombre” (“homo hominis lupus”).
El actual papel de los medios de comunicación social (MSC), comprometido en la “guerra mediática”, da mucho que pensar. Y nos obliga a interrogarnos:
*Qué función real están cumpliendo hoy en día las políticas comunicacionales de las grandes potencias, de las corporaciones transnacionales y de los grandes intereses creados que manipulan con el dinero, con el poder, - controlan los cinco principales medios de comunicación que operan a nivel mundial – y con la riqueza cultural de nuestros pueblos?
*¿Qué y a quiénes representan Clarín, La Prensa, El Universal, El Tiempo, ABC, etc.?
*¿Será que la incertidumbre, la inseguridad, la violencia, el terrorismo y la estrategia de poder envolvente del neoliberalismo y del imperialismo, se apoderarán definitivamente de nuestro destino histórico y de nuestro futuro?
¿O es que el nuevo año 2018 nos ofrecerá una “segunda oportunidad” como reclamaba Gabriel García Márques -el Gabo-, cuando accedió al Premio Nobel de Literatura, para iniciar una nueva etapa en nuestra vida, aprendiendo con el M. Gandhi a “distinguir lo falso de lo verdadero”?
Es lo que anhelamos profundamente. Y es también lo que nos impulsa a ser firmes en cumplir con el mandato de Francisco, quien nos reitera con frecuencia: “No nos dejemos robar la esperanza”.